La cocina de humo de la abuela
Recuerdo que estaba ubicada hasta el final del patio de la casa, estaba construida con madera de algunos muebles y ventanas viejas. En tiempos pasados fue de madera de tejamanil con techo de zacatón.
El humo salía por las ventanas y rendijas cuando se cocinaba para la fiesta del abuelo, para la posada o para los funerales de algún familiar. Era un espacio de sacralidad familiar; en el centro, las tres piedras del Tlecuil, poseedoras del fuego ancestral y de las convergencias familiares, culturales e históricas.
El humo salía por las ventanas y rendijas cuando se cocinaba para la fiesta del abuelo, para la posada o para los funerales de algún familiar. Era un espacio de sacralidad familiar; en el centro, las tres piedras del Tlecuil, poseedoras del fuego ancestral y de las convergencias familiares, culturales e históricas.
Una tortilla en ese tlecuil, dejada endurecer por el fuego, aderezada con sal y ceniza, fueron de los alimentos más elementales y sabrosos que recuerdo haber probado.
Ahora que comenzarón las lluvias, aún por el patio se cuelan esos olores a humo, ocote, tizne, maíz y sal, que al mojarse la tierra parecieran que vuelven de su letargo petrificado en los restos y ruinas de aquella cocina.
Ahora que comenzarón las lluvias, aún por el patio se cuelan esos olores a humo, ocote, tizne, maíz y sal, que al mojarse la tierra parecieran que vuelven de su letargo petrificado en los restos y ruinas de aquella cocina.
Ilustración: Roco Ocaña