agosto 13, 2010

13 de Agosto de 1521

El sacudimiento de tierra, con destrucción y con muerte, es un llamado a la conciencia, despertar a la realidad para contemplarla, analizarla y valorarla, en busca no ya de paliativos sino de una respuesta cabal. Es éste tiempo de crisis: endeudados y con metrópoli herida. ¿Cual queremos que sea nuestro destino?




“Nuestra tierra es muy grande”, proclama un canto de los antiguos mexicanos. Es ésta la tierra donde se han producido a través de los milenios los mantenimientos que a millones nos han dado vida: el maíz, tonacáyotl, nuestra carne y sustento, el frijol y el tomate y las calabazas y los chiles y tantas cosas más. ¿No será posible encontrar alicientes para que nuestros campesinos, que tanto han amado a su tierra, reanuden con ella el dialogo para vivir, si no en la abundancia al menos con cuanto requiere la dignidad de los hombres? ¿Nunca llegará el día en que para esos campesinos sea mucho mejor, en lo social y económico, continuar en la producción de alimentos que venir a hacinarse en los cinturones de miseria de la gigantesca ciudad con millones de seres desnutridos?




¿Y no será dado, para poner coto a la macrocefalia, encontrar los caminos para la tantas veces anunciada desconcentración? Suena poco grotesco leer la noticia como la de que ésto ya se ha iniciado porque una simple dependencia gubernamental ha decidido trasladarse a alguna población en extremo cercana a la gran ciudad y, a casi sin quererlo, hacerla participe de los males que aquí nos agobian. ¿Y no hay por ventura remedio para que los miles de autobuses que corren por las calles y avenidas, dejen de parecer cometas con sus caudas de humo y dejen también de tronar el espacio con ruidos que nos dicen: importa saber cuántos decibeles alcanzan? A veces parece que de nuevo, la diosa madre se oye en la noche y repite su triste lamento: “Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos. Hijitos míos, ¿a dónde os llevare?”




Profecías y presagios se agolpan en el pensamiento. Tomar conciencia y dolerse del mal que nos hiere puede ser punto de partida en busca de respuestas, o mejor de la respuesta que debe abarcar la suma de los problemas. Aquí estuvo la región más transparente del aire; aquí, en medio de los lagos, la ciudad parecía un jade cuando sus templos y palacios reverberaban a la luz del sol. Yo, que nací en esta ciudad, en verdad necesito y quiero creer en la primera de todas las profecías, la de la gloria y la fama de Mexico-Tenochtitlan que no acabaran, no se perderán, en tanto que dure el mundo.





Fragmento del ensayo “En tanto que dure el mundo. Profecías de la gran ciudad de México” de

Miguel León-Portilla. Noviembre de 1985.

  © Blogger template 'Ultimatum' by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP